12 ene 2010

Alba's back in town.

El tiempo no se apiadó de mí y despejó los cielos en el aeropuerto de Loiu, así que ya estoy de vuelta en Londres. Lo más extraño de haber vuelto es, de hecho, no sentirme extraña aquí. Es como si las fiestas navideñas hubiesen supuesto un pequeño sueño, de esos placenteros que lamentablemente duran poco, y al despertar he vuelto a encontrar mi rutina aquí, a veces tan llena, y a veces tan vacía.
Lo más duro, desde luego, son esos momentos en los que te hallas en la puerta de embarque, sola y sabiendo que aún estás en casa, pero que en breves minutos estarás sobrevolando el mar, cada vez más lejos de ella. Cuando en el avión ya empiezas a escuchar las primeras palabras en inglés desde hacía unas semanas, la mente lo empieza a asumir. En la cola, dos niñas pequeñas que estaban acompañadas por lo que parecía una niñera, hablaban un quasi-perfecto castellano dejando entrever su acento inglés. Una de ellas quería "colear" las hojas de una libreta que tenía, la mayor, con un poco de mala sangre, no la dejaba de chinchar. Otras personas, en cambio, hablaban por el móvil en inglés anunciando su partida, aunque hacían también evidente su lengua madre. El viaje no tuvo ninguna complicación, y llegamos antes de tiempo a nuestro destino. Los alrededores de Heathrow se veían un tanto nevados, aunque la nieve parecía haberse posado hacía ya unas horas. Tras un largo viaje en metro, llegué por fin a la residencia, con ganas de quitarme el abrigo y echarme en la cama, sin pensar en hacer nada más.

La vuelta no ha sido tan traumática como lo hubiera imaginado en un principio, aunque tampoco he tenido mucho tiempo para meditar, que digamos. Como primer día, el de ayer estuvo más que saturado. A la mañana, dos alarmas de incendios en la universidad, prisas por entregar un trabajo (o un churro de trabajo, habrá que ver), por devolver libros a la biblioteca, por realizar cambios en cuanto a módulos... Y cuando ya pensaba que el día había acabado a eso de las 5 de la tarde (y sí, sé que en teoría queda mucho día aún a las 5, pero ésto es Londres) y me había apalancado por unos segundos en mi cama, recibí una llamada de Marta diciendome que Gemma estaba mala, que la acompañase al hospital. Afortunadamente St Thomas está muy cerca de aquí, pero nadie te quita las horas de espera en urgencias; y he allí que acabé el día. Lo cierto es que yo también podía haber aprovechado a que me atendiesen, ya que mi salud también anda flojilla. Mis ánimos no están precisamente en su punto más alto en estos momentos, y estas fechas invitan a coger un catarro, incluso una pneumonía, aún tengo el cuerpo cansado de mi vuelta, y un chichón en la cabeza (último recuerdo de tierras vascas).

Esperemos que me recupere pronto, y que aproveche estos días que tengo de pseudo-vacaciones, en los que me convendría descansar, y por qué no, ir un rato de rebajas.

(K)

2 comentarios:

Nebulina dijo...

Creo que nunca me he sentido tan triste como la primera vez que viajé en avión sola...
Un besazo!

Tea Girl dijo...

Sigue adelante. Tú puedes :D

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