Por el momento, creo que ya va siendo hora de hacer un pequeño repaso del año, al que le quedan dos semanas para acabar. Si hay una palabra que lo define, esa es CAMBIO, y más que nunca, diría yo.
Los primeros meses del año pasaron discretos entre estudios, como suele ser normal, aunque también tuve mis buenos momentos, o aquellos que yo consideraba buenos, al menos. Nekane vino de Méjico para volverse en enero, y la vida en Gasteiz siguió más o menos igual. "Howarts" me dio la oportunidad de descubrir lo que era vivir en una residencia para estudiantes, después de haber pasado los dos anteriores años en piso. Hubo gente agradable, y gente desagradable y más cojonera que una mosca, que casualidad, daba pared con pared con mi dormitorio. Hubo noches aburridas e incluso un tanto terroríficas (como cuando se fue la luz y acabé jugando al Mario Kart en la DS de Vane), pero también las hubo divertidas, compartiendo cosillas con aquellas con las que mejor me llevaba y haciendo alguna que otra cenilla, y por qué no, pagando con la misma moneda a las frikis de al lado. No creo que eche la resi mucho de menos, pero tuvo sus momentos inolvidables. También me acordaré de esos días de absoluto verano en pleno febrero... ¡En Gasteiz!
Ya en marzo recibí la noticia de que me iba a Londres. Desde aquel momento fue como si todas mis conversaciones fueran monotemáticas. No podía dejar de sopesar los pros y los contras de la opción que me había tocado. No dejé incluso de pensar que tal vez tenía que haberme ido a Colorado (ahora pienso que no), y me cabreé y mucho con aquellas personas que me quitaron la plaza a Sheffield. Ya podía patalear cuanto quisiera, las cosas son como son. Desde entonces hasta junio, pocos cambios. Me dejé alguna que otra amistad por el camino, y tuve mis instantes de bajón. Fui a clases de danza oriental, tras las cuales tenía agujetas en músculos que desconocía, y seguí dándole duro a los estudios. Los viernes no tenía clase (¡POR FIN!), así que volvía antes a casa, a no ser que saliese algún jueves. Creo que de los pocos garitos que echo de menos en Gasteiz está la chupi.
En junio y recién acabados los exámenes, empecé a comerme el coco con otras cosas (cómo no, soy experta en eso). Y aquí se dio una primera etapa de cambio, que ni yo misma esperaba, la cual me causó dolor en un principio, pero también me trajo alegrías a lo largo del verano. Desde luego este verano se ha presentado brillante, uno de los mejores que he tenido, a pesar de haber sido el tercer año consecutivo en el que trabajaba de cajera y acababa quemada. Las fiestas de Ordizi no decepcionaron, como siempre, y las de Donosti tampoco.
Septiembre fue un mes de incertidumbres, en el que tenía demasiadas cosas en mente y poco tiempo del que disponer. Al final tocó hacer las maletas y venirse hasta aquí, con un gran vacío a la vez que una gran ilusión y un poquito de miedo. Ya pronto va a hacer tres meses que estoy aquí y aún no me lo creo. En octubre recibí una visita muy agradable, pero desde luego noviembre se lleva la palma, con visitas como la de mis amigas, y alguien que me ha hecho recobrar la fé... Y quiero agradecer a aquellos que se animaron a venir, ya hubiera sido con el fin de verme o con otros planes, pero cuya compañía me hizo ésto mucho más llevadero.
Diciembre ha sido un mes un tanto estresante, pero a la vez cargado de ilusión por el ambiente navideño y la vuelta a casa. ¡Ya lo estoy deseando!
To be continued...
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